COVID-19, el causante de la pandemia mundial que estamos viviendo, nos ha dejado delante de un espejo que hace más que evidente nuestras carencias como sociedad
COVID-19, el palabro que no habíamos escuchado en nuestra vida pero que quizás sea el que más me la ha condicionado en los 32 años de vida que tengo y una de las pandemias más importantes de la historia de la humanidad. Ya sabéis que no vendré aquí a daros consejos sobre cómo actuar, no soy experto en el tema, por lo tanto, no creo que sea un buen prescriptor de consejos para una situación así.
Pero una cosa está clara y es que el COVID-19 nos está afectando a todos. En mi caso personal me afecta como a cualquier persona y sus circunstancias, yo soy administrativo de un servicio esencial como el suministro de agua y estoy trabajando normal haciendo teletrabajo. Mi familia está bien y si algo me ha quitado la pandemia ha sido mi vicio favorito, la bicicleta, pero estoy esperando una bicicleta estática que me quite el mono. Eso sí, donde realmente el COVID-19 ha hecho más mella en el plano personal ha sido en el lanzamiento de mi libro.

En dos semanas es Sant Jordi y en principio, mi primer libro: Ozaru, en busca de la libertad, tendría que estar recién salido del horno. Obviamente entenderéis que, tras la pandemia mundial, el estado de alarma, el confinamiento y todo lo que nos ha traído este COVID-19, se ha parado este lanzamiento.
Evidentemente que me afecta y pienso que ya es curioso que para una vez que me pongo a publicar un libro, viene una pandemia y me cambia todos los planes. Sin embargo, creo que todo lo acontecido hasta ahora a nivel mundial, solo pone más de actualidad y hace más evidente, todo lo que quería destacar en Ozaru, en busca de la libertad.
Como podréis comprender, he tenido que releer una y otra vez mi libro, por lo que cada vez que lo releo en tiempos de pandemia, veo paralelismos de cómo todo salta por los aires y cómo se nos destacan las carencias como sociedad. Por ello quería hacer una reflexión sobre esos paralelismos que hay entre los acontecimientos del libro y los vicios que se han visto acentuados durante el último mes y poco.
Algo que está claro desde el principio y que a medida que avanza la pandemia se evidencia más, es la cuestión de los bandos. Si en el libro, la mecha que incendia todo es el enfrentamiento entre dos grupos que se encargan de alabar todas sus acciones positivas y silenciar todas las negativas, con la pandemia podemos ver como políticos de uno u otro partido político tiran en cara a los demás lo que no hacen con sus competencias, para no hablar de lo que no han hecho ellos con las suyas. Obviamente, el mismo comportamiento lo podemos ver en los simpatizantes de unos y otros en redes sociales. Un espectáculo algo lamentable.

Otra cosa que convive y fomenta esta guerra de bandos es el odiar al diferente y sin tener ningún tipo de empatía. Al principio pudimos ver cómo se intentaba culpar a la comunidad china y se estigmatizaba a dicha comunidad que convive con nosotros. Con el confinamiento, también hemos podido ver a gente aplaudir a policía excediéndose en violencia con gente que iba por la calle, con o sin razón, pero cómo hooligans de balcón.
También podemos ver cómo aflora el egoísmo y la falta de empatía. Si algún colectivo o comunidad hace una demanda para sufragar lo sufrido debido a la pandemia, se puede ver como el resto de sectores se tira a morder para pedir su parte del pastel, sin pararse a pensar si son situaciones comparables o si se está realmente afectado en igual medida.
También se ha visto que el sistema que tan bien pensado estaba y que nos hacía avanzar de una manera fugaz en nuestra evolución como especie, así se resumen los avances tecnológicos según el capitalismo, parece que es más frágil que una copa de vidrio. Se ha parado el mundo y afloran todos los defectos, viendo cómo muchas frases echas han quedado en agua de borrajas.
La obsesión con el presentismo laboral salta por los aires con el teletrabajo y la evidencia de que se rinde igual o más sin tener que estar paseándose arriba y abajo. Se cerraron industrias por dejar de ser competitivos, un eufemismo para justificar la externalización de empresas con mano de obra barata, ahora perdemos aviones con mascarillas y ni la población ni los profesionales tienen suficientes. Se recortó en sanidad, educación e investigación, pero ahora se hacen maratones y programas especiales para recaudar para poder comprar material médico. Respecto a esto último, no me vengáis con que el presupuesto en esas partidas ya se ha recuperado, que si nos ponemos a explicar cómo la sanidad privada ha conseguido encarecer esos gastos no acabaríamos el post.
Pero para ir despidiendo, me gustaría destacar algo positivo que ha traído esta pandemia de COVID-19 y es que, todo se ha parado y el planeta ha respirado. Tenemos mil ejemplos de cómo se han recuperado lugares masificados que ahora lucen como hacía tiempo que no lo lucían. Veremos si sirve para replantearnos según que comportamientos cuando poco a poco todo vaya volviendo a la normalidad.
Aunque bueno, no creo que todo esto vuelva a la normalidad a la que estábamos acostumbrados. Creo que será un antes y un después, cambiaran muchas cosas y espero que para bien. En caso de no ser así, todo lo que nos pase, pues lo tendremos merecido como sociedad o especie. Con Ozaru, en busca de la libertad, quería poner un espejo a esta sociedad, un ejercicio que en cierta medida está haciendo esta pandemia con el COVID-19. Seguiré siendo pesado con este grito de alarma que quería hacer con el libro, por lo que seguiremos remando para que salga lo antes posible. ¡Cuidaros mucho y nos seguimos leyendo!
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